Hablemos de libros en el Día Mundial del Libro

El día que subí el Cerro Santa Lucía con lo primero que me topé fue con esta niña lectora.

Ahhh, qué tema más lindo este de los libros. Me encanta porque hay títulos para todos los gustos y también muchas formas de relacionarse con ellos. De eso trata este post 🙂

Comprar libros: Todos los meses compro al menos un libro nuevo, no importa si es usado o sellado. Mi lema es: “Ale, si está muy caro y puedes descargarlo online, no seas pava y descárgalo online”. Tengo muchos guardados en la tablet y en el celular, la lista está siempre en constante movimiento ascendente. En lo que más invierto es en ediciones ilustradas o libros gordos que sé que quiero tocar en papel y guardar en mi casa para tenerlos siempre a la vista.

Acumular libros: Ay, mi eterno problema, y eso que hace dos años hice una limpieza extrema y regalé hartos a la fundación Biblioteca Libre. Creo que este año voy a tener que repetir el asunto y ponerme en campaña para quedarme con lo que más me importa y dejar que el resto vuele alto y le sirva a otra gente.

Lo que más me gusta de los libros es que son tan variados, hay títulos de prácticamente todo lo que uno se pueda imaginar.

Pedir libros prestados: Este año casi no he usado las bibliotecas porque me propuse terminar con mis pendientes y como son hartos, tengo para rato. Pero siempre es una buena opción encontrar algo que no quieres comprar y obligarte a leerlo en dos semanas con posibilidad de renovar si no alcanzaste.

Prestar libros: Antes no lo hacía, era un tema que me costaba mucho. Yo soy súper buena para devolver y trato de hacerlo pronto, pero un par de veces me pasó eso de prestar, los meses –años- avanzaban y cuando preguntaba, me decían que no había tiempo o cualquier otra excusa, a veces ni siquiera lo habían empezado!. Ahora estoy prestando más a gente que sé que quiere y cuida los libros tanto como yo y ha sido un ejercicio de desprendimiento también, quizás antes me aferraba más de la cuenta a las cosas materiales y ahora siento que eso ha cambiado. Cuando paso un libro siento que le doy vida nueva porque hará feliz a otra persona y cuando vuelve al estante, siempre imagino que le cuenta a los otros cómo era la casa dónde estuvo y qué tal fue la experiencia completa.

Regalar libros: Me gusta mucho hacerlo con la gente cercana, porque les conozco los gustos y sé que casi siempre le achunto con las elecciones. Book Depository tiene además libros tan hermosos y baratos que quedo como reina con la gente que no ubica la página. Y aunque la conozcan da lo mismo, como la oferta es inmensa si una se pone a bucear siempre va a encontrar algo que el resto no tiene idea que existía.

Mi estante al borde del colapso. Y esto ni siquiera es todo, esos cajones de abajo a la izquierda están llenos de libros.

Romper libros: ¡No! ¡Definitivamente no! Pero justo ahora estoy leyendo “Wild”, donde la protagonista es una mujer que se va de trekking para reencontrarse consigo misma y entre todas las cosas que acarrea en su enorme mochila está la guía mega-maxi-gorda con todos los consejos para la ruta. El trayecto se le hace tan difícil que en un momento debe vaciar su bolso y dejar sólo lo indispensable. Ahí opta por ir sacando las páginas del libraco que describen los lugares por donde ya pasó y creo que si yo estuviera en su lugar, terminaría haciendo lo mismo para alivianar a mi pobre espalda. Pero le pediría perdón a las páginas y luego me lo compraría de nuevo para guardarlo íntegro en mi estante.

¿Y qué estoy leyendo ahora? Tres cosas: el mencionado “Wild” de Cheryl Strayed, una novela gráfica hermosa, “An age of license” de Lucy Knisley y un libro chileno recién lanzado que se llama “Un crimen de barrio alto” de Mario Valdivia. Parte con el asesinato a una ejecutiva bancaria y la investigación de la policía en calles y lugares de Santiago que por fin conozco (casi todas las novelas policiales que leo últimamente son suecas y tengo que googlear cada ciudad que nombran para visualizarla mejor, acá me pasa todo lo contrario!) En librerías está a más de $12.000, pero online me costó $5.000.

¿Qué se viene? Este año sólo he leído ficción (exceptuando a «Días de viaje») y ahora quiero hacer una pausa y retomar las biografías. La de Michael Jackson la leí en 2010, pero ya se me olvidaron varias cosas y es tiempo de una relectura. La de Freddie Mercury la terminé en 2012 y aunque recuerdo más detalles, me voy a dar el gusto de nuevo. Me da lo mismo porque es Freddie 🙂

Estoy feliz con este panorama.

Esta es mi última adquisición literaria y se la tengo que agradecer a Aída, que tuvo la amabilidad de comprar el libro por mí en la promoción de las estaciones de Copec (hay que tener boleta de consumo de bencina y cuesta $2.990). No lo leo desde el colegio y se me olvidó casi todo, así que será como conocer una historia nueva.