Vacaciones parte 1: Puerto Varas

Antes de comenzar, quiero contar dos hechos:

1.- Nunca antes había ido a la Región de los Lagos, en mi época universitaria hice una escala de media hora en Puerto Montt camino a Aysén, pero en realidad no conocí nada (¡y no sabía de lo que me estaba perdiendo!)

2.- Hace mucho tiempo que no viajaba sola, al menos ocho años. No recordaba lo interesante y liberador que es.

Aclarado lo anterior, me fui un sábado en la mañana y gracias a la velocidad del avión, al mediodía ya estaba llegando. Tenía una reserva en un hostal de Puerto Varas ubicado a dos cuadras de la Plaza de Armas. No tomé fotos de la pieza, pero era simple, linda y acogedora, se sentía como estar dentro de una cabaña.

Y hasta aquí  llega la modestia, porque toda esa semana mi vida fue digna de una de las ladies de la serie “Downton Abbey”, hice las mismas cosas que los personajes:

-Levantarme sin horarios ni reloj de por medio.

-Bajar a tomar desayuno con todo el relajo del mundo.

-Salir a pasear y caminar a paso lento hasta que llegara la hora del almuerzo. Luego de eso dormir siesta, por supuesto.

-Otro paseo por la tarde, tomar once con kuchen y té.

-Terminar el día leyendo o escribiendo (llevé lápices y un cuaderno). No tenía televisor y como en las mañanas dormía mucho, el tiempo me sobró para leer  tres libros completos de más de 400 páginas cada uno. El paraíso.

Lo único que me faltó fueron los trajes de gala, porque obviamente no me separé de la mochila ni las zapatillas.

Me gustó Puerto Varas y al fin entendí todas esas referencias a los pueblitos alemanes. Me encantó ver tantas flores y vegetación por todas partes, respirar aire limpio, mirar el lago y sentir paz, me hacía falta!

Este atardecer por ejemplo, cómo no sentirse feliz.

Estas escaleras con mosaicos están camino hacia el cerro Philippi. Fue lo primero que conocí y amé las rosas y los colores.

Bonita manera de prohibir el acceso a un lugar, me encantó la idea de esta reja.

Sabio graffiti.

Sendero que parece sacado de un cuento.

La vista de Puerto Varas desde arriba del cerro. El día se ve nublado, pero al rato salió el sol. Tuve suerte en este aspecto, sólo llovió una vez y de noche, a la mañana siguiente todo estaba radiante.

La escultura de la mujer de hierro al final de la Costanera. Es como si estuviera agradeciendo al cielo por el paisaje.

Y los volcanes, por supuesto.

La catedral de Puerto Varas que aparece en todas las postales y parece castillo.

Igual la fui a conocer porque tengo una fijación con las iglesias, me gusta mirarlas.

Por cierto, en mi hostal vivía una gata, Misha. No lo sabía, pero es un punto extra para recomendar Ellenhaus. Era amistosa y como pueden ver, muy preocupada de su aspecto y aseo personal.

Hablando de felinos, morí de amor con este graffiti. Por si no se alcanza a leer bien, es la fachada de un museo y dice «El arte de soñar».

Otra cosa que me encantó de la ciudad fue ver tantas flores por todas partes. Las rosas y hortensias estaban empezando a ponerse mustias por el fin de la temporada, pero conocí  un montón de plantas que no tengo idea de cómo se llaman, aunque se nota que están disponibles todo el año.

Eso por ahora, vamos de a poco! Me falta hablar de Frutillar, Petrohue y Peulla!